Eso dijo el tipo en la barra con el micrófono y la laptop con la que elegía esa música tan particular. No estoy seguro por qué lo dijo exactamente, pero tenía razón. O sea, primero en que era un puterío, y segundo en que eran malas noticias. Aunque no tanto, porque nos teníamos que sacar las ganas.
Resulta que ayer era la despedida de solteros de Juan (no da que gente amiga se empiece a casar o tener hijos, te da la pauta de que estamos grandes) y viendo qué podíamos hacer, surgió la idea del cabarulo, porque está claro que ninguno de nosotros había ido a uno y probablemente nunca iba a ir si no fuera por esta oportunidad. Buscamos muchos por internet, pero era dificil de saber, porque no queriamos que nos violaran adentro, ni que fuera re caro. Y además la idea de cabarulo que teníamos era mas bien una pasarela y chicas bailando en el caño semi en bolas y humo y algún japonés talvez. Siempre hay japoneses.
Pero después de unas averiguaciones llegamos a Billinghurst y Córdoba y el de la puerta nos dijo que salía $25, fuimos a hacer otra cosa y volvimos mas tarde. El de la puerta nos cobró ahi mismo en vez de hacerlo adentro. Tenía un teléfono en la puerta por el que le decían cosas, nunca entendimos muy bien para qué. Le preguntamos si había show o algo así y nos dijo que no, que no era ese tipo de lugar, pero que capaz teníamos suerte y a alguna chica le daba por pelar algo. Y entramos, nerviosos, por que no sabíamos qué esperar. Y bajamos y de pronto todo parecía un barco. Hoy pensando me di cuenta que claro, no era solo un barco, era un barco pirata. Pirata. La creatividad. Todo de madera, pero de a tablas, un candelabro de simil velas pero con lucesitas, ventanas que simulaban agua, luces rosas y verdes y azules, muy de telo. Era un espacio super reducido. Pasaban cumbia, pero cumbia tipo provincial, era raro. O cosas tipo Cristian Castro y cosas del estilo, y un tipo en remera hawaiana les cantaba encima mientras iba recorriendo el "espacio de baile". Había mucho viejo charlando con las chicas, y las chicas no eran de lo más agraciadas del mundo. Es más, estaba una que debía estar pasados los 40s, con mucha voz de cigarrillo, que nos preguntó a qué habíamos ido, y al decirle de lo de Juan, el DJ dijo algo al respecto. No queríamos que viniera nadie, o llamar la atención o nada. Solo necesitábamos terminarnos nuestros tragos obligatorios e irnos. La misma señora me ofreció si no queríamos que nos mandase a una chica a bailar, pero no gracias, por dios no. Les pagábamos por que se quedaran con la ropa puesta.
Era todo como muy turbio, y yo estaba muy tentado de los nervios. Ojo, turbio no peligroso, solamente turbio. Estábamos sentados, tomando, no generando ningún contacto visual con nadie de ahí por las dudas. Terminamos, agarramos y nos fuimos, y creo que ninguno va a necesitar volver a un cabarulo nunca más.
A la salida, Juan se metió en el baul del auto para llevarlo a su casa. Pero el baúl cerrado. Somos lo más.
(obvio que no saqué fotos, ni en pedo sacaba mi cámara ahí, pero me moría de ganas)